El ciclo del suelo: la red alimentaria invisible del jardín naturalista
Luis Francisco Martínez ZahoneroCompartir
Introducción
Cuando trabajamos un suelo vivo en un vivero profesional, resulta evidente que la planta no prospera por estar “abonada”, sino por formar parte de un ecosistema funcional.
En el capítulo 2 de Cultivar con Microbios, Lowenfels & Lewis describen precisamente eso: el ciclo del suelo entendido como una red alimentaria compleja, donde cada organismo —desde bacterias hasta artrópodos y lombrices— participa en la liberación, transformación y transferencia de nutrientes.
No hablamos de un proceso lineal, sino de un sistema trófico circular, en el que la energía fluye a través de depredaciones sucesivas y simbiosis que sostienen la fertilidad.
Esta visión es especialmente relevante para el trabajo que realizo en Viveros La Resqueta (Asturias). Nuestro clima atlántico húmedo, los suelos profundos y la producción sin químicos favorecen interacciones biológicas intensas.
El capítulo deja claro que no existe una jardinería ecológica real sin comprender cómo se alimenta el suelo, porque es ahí donde se decide la disponibilidad de nitrógeno, fósforo o carbono, la estructura del terreno y la resiliencia frente a estrés.
En jardinería naturalista —y más aún en el cultivo profesional de vivaces y gramíneas— entender este ciclo no es opcional: es la base para manejar plantaciones estables, evitar abonados innecesarios y trabajar de forma regenerativa. El texto proporciona el marco científico, y la experiencia diaria en el vivero confirma su validez en condiciones reales.

1. Principio científico del capítulo: la red alimentaria como motor del suelo
Lowenfels & Lewis explican que el suelo no funciona a través de reacciones químicas aisladas, sino mediante una red alimentaria (Soil Food Web) en la que cada organismo consume a otro y libera nutrientes en el proceso. Esta red comienza con la materia orgánica, sigue por bacterias y hongos, y escala hacia protozoos, nematodos, artrópodos y lombrices. Cada interacción altera la forma química de los nutrientes, su disponibilidad y su distribución vertical en el perfil del suelo.
Uno de los puntos clave del capítulo es que el suelo se alimenta mediante cadenas tróficas, no mediante fertilización externa, y que cualquier interrupción —como el uso de pesticidas o la esterilización del suelo— reduce la eficiencia de ese ciclo.

2. Ecología del suelo y función biológica de la red trófica
Según el capítulo, la energía entra al sistema principalmente a través de exudados radiculares, responsables de alimentar a las bacterias en la rizosfera. Estas bacterias, a su vez, son pasto de protozoos y nematodos, que liberan nutrientes minerales fácilmente disponibles durante la digestión. La red continúa con hongos descomponedores, capaces de procesar ligninas y celulosas que otros organismos no pueden.
Cada nivel trófico cumple una función:
Bacterias: retienen nutrientes en su biomasa y transforman formas orgánicas.
Hongos: conectan raíces, transportan agua y nutrientes, descomponen materiales recalcitrantes.
Protozoos: regulan poblaciones bacterianas y generan pulsos de nitrógeno disponible.
Nematodos: actúan como depredadores selectivos y redistribuyen nutrientes en el espacio.
Artrópodos y lombrices: fragmentan materia orgánica y generan porosidad estructural.
El capítulo subraya que la eficiencia del ciclo depende de la diversidad biológica, no de la cantidad de nutrientes presentes. Un suelo pobre en organismos es un suelo químicamente torpe.

3. Aplicación práctica en vivero y jardín (experiencia en La Resqueta)
En Viveros La Resqueta observo a diario cómo esta red alimentaria condiciona el desarrollo de nuestras vivaces y gramíneas. Cuando trabajamos con sustratos vivos —no esterilizados— la respuesta de la planta es más equilibrada y sostenida. La humedad atlántica favorece el desarrollo de hongos beneficiosos, mientras que los suelos de pradera ligeramente ácidos que manejamos permiten comunidades bacterianas muy activas.
Coincidiendo plenamente con Lowenfels & Lewis, he comprobado que:
Un buen compost inicia la red trófica, porque introduce bacterias, hongos y microartrópodos capaces de activar el ciclo.
La micorrización natural mejora la implantación de especies estructurales como Amsonia, Panicum o Aster, incluso con poca fertilidad química.
La fragmentación de restos vegetales por artrópodos acelera la incorporación de materia orgánica al perfil del suelo.
La actividad de lombrices aumenta la aireación, clave en gramíneas como Calamagrostis o Deschampsia.
Estas observaciones coinciden con los principios del capítulo, sin añadir ni alterar su contenido científico.

4. Implicaciones para el manejo profesional
El capítulo muestra que manejar el suelo sin entender su ciclo es poco eficiente. Para los profesionales del paisaje, esto implica:
Reducir fertilizaciones minerales: la red trófica produce disponibilidad natural de nutrientes.
Evitar pesticidas y fungicidas no selectivos, que colapsan el ciclo alimentario.
Incorporar materia orgánica estable para alimentar a los niveles tróficos inferiores.
Evitar labores profundas que destruyen galerías, hifas y cámaras de descomposición.
Diseñar suelos porosos que permitan tanto aireación como retención de humedad.
Aplicado a jardines naturalistas, el capítulo deja claro que el éxito de la plantación depende más del suelo que del diseño. En condiciones atlánticas, mantener la actividad microbiana es esencial para evitar excesos de humedad, compactación o carencias crónicas.

Conclusión
El capítulo 2 de Cultivar con Microbios establece una idea fundamental: la fertilidad real no está en los nutrientes, sino en la red alimentaria que los moviliza. El suelo funciona como un ecosistema, no como un depósito químico.
La interacción entre bacterias, hongos, protozoos, nematodos, artrópodos y lombrices es la que determina la disponibilidad de nitrógeno, fósforo y carbono.
En Viveros La Resqueta, esta comprensión guía nuestra producción: trabajamos con sustratos vivos, compost maduro y manejo mínimo para no romper esta red.
Para paisajistas, jardineros y botánicos, la lección es clara: si se cuida el ciclo del suelo, el jardín se sostiene solo. Las vivaces y gramíneas prosperan porque el sistema que las alimenta funciona de manera continua, resiliente y ecológica